martes, 14 de mayo de 2013

¿Sorpresa?

Sorpresa es embarcarte en un viaje interior cuando el universo te abruma bajo su peso, esconder la cabeza en un lugar confortable donde por fin te sientas protegido, bucear en los abismos insondeables de tu alma... Y descubrir que allí no queda nada. 


lunes, 13 de mayo de 2013

Eso de dormir con gente... ¿No puede(s) ser normal?

No hace demasiado tiempo hablaba con unos amigos de juntarnos, en plan comuna hippie, y compartir cama, y yo vendía las bondades de dormir conmigo para no dormir en el suelo. Que si yo no molesto, que si no ronco, que si por supuesto que no me t joder, que soy una señorita. 

El problema vino cuando nos pusimos a hablar de verdad. Yo, por supuesto, dije que no había que preocuparse porque si eso me pongo en modo momia...


...y no molesto a nadie. Pero claro. Es que las momias son un poco hijasdeputa. Porque dentro de poco también me va a tocar ponerme así:


Una postura bastante poco digna de una persona de su edad, señora Momia. No creo yo que esté muy cómoda. Qué estaría haciendo...

Claro que también, estando plácidamente dormida cual angelito, se me puede estirar un brazo en un acto reflejo. Piunnnnnnn!


Y claro, llegado ese punto de la noche tu acompañante camastril va a estar en plan "Nooooo, déjame dormiiiiir!!!"


Y tú...


"Tío... Pero si estoy aquí babeando cual marmota...".

"Pues vale, vete a la mierda. Me voy a dormir al baño".


Y llegado ese punto, te estiras, haces la croqueta y piensas: "Por fin... Toda la cama para mí solo!".



Dedicado a Mr. Far'Olillo y a Grumpy S., inspiradores de este Blog of Shame. Porque, además, lo van a vivir pronto muuuuy de cerca...

miércoles, 8 de mayo de 2013

¿Quién dijo miedo?


Luigi Pirandello, maestro inspirador

Como si fuese el maestro, sentada en mi silla de madera chapada en negro y desgastado asiento de ajado terciopelo rojo, estoy sola en esta habitación abarrotada de gente. 

Sentados sobre mi cama, entre los cojines, los mellizos me observan en silencio. Sus enrojecidas cicatrices brillan bajo la mortecina luz de la bombilla de bajo consumo. Tienen las manos manchadas de sangre y en el regazo de ella están pulcramente colocadas varias piezas dentales, un glóbulo ocular y lo que parece un manojo de arterias secas. Él la rodea protector con su brazo, aunque sin rozarla, mientras sigue los erráticos movimientos de mis manos sobre el teclado. 


Tumbada en el suelo en medio de una algodonosa nube de humo punteado, una niña de unos siete años lee un libro de tapas naranjas. La historia de un niño que quería ser fantasma. O algo así. Pero su mente no deja de pensar en un nombre que no consigue descifrar. De vez en cuando también me mira y me sonríe, como si acabase de darle un caramelo. Quizás debería, para tenerla contenta y que no me abandone. 


Al otro lado del espejo sigue estando ella. Esos ojos de afiladas pupilas me observan impacientes. Sabe que aún tiene tiempo, pero se agota y se cansa. Sé que pronto me azotará con su cola escamada para que trabaje, pero también me entiende. No en vano ella también ha estado aquí. Mira a su espalda, el peligro la persigue. Están en guerra. Necesita saber qué va a pasar. Porque en el fondo, se ha humanizado demasiado. Y tiene miedo. 


En silencio, parcialmente oculta por una tela oscura, cubierta por una capa de nieve, ella sigue dividida. Aguarda acongojada, con miedo y a la vez ansia por seguir avanzando. No quiere andar, quiere correr y llegar al lugar de sus sueños, pero debe tener paciencia. Lleva la tristeza grabada en la mirada y la melancolía en el corazón. Pero sabe que la quiero y que siempre será extremadamente especial para mí. 


En el sombrío interior del armario entreabierto brilla de cuando en cuando una luz que me revela rostros desconocidos, ojos que me contemplan con curiosidad, esperando el momento de salir. Me observan y susurran mi nombre. Y sé que algún día tendré que liberarlos para que ocupen su lugar en este cuarto, a mi alrededor, a donde verdaderamente pertenecen.